¿Podrían resolverse algunos de los mayores desafíos del mundo si todos adoptáramos el perfil de la comunidad de aprendizaje del IB?
Fuente: IBO.org
El pasado mes de septiembre, el candidato a la presidencia de EE. UU. Donald Trump declaró su deseo de construir un muro “impenetrable, físico, alto, poderoso y bonito” entre EE. UU. y México. Dos meses después, se convirtió en el “líder del mundo libre”.
Al otro lado del Atlántico, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, declaró su deseo de construir una valla de 30 kilómetros en la frontera con Jordania para detener la entrada de refugiados en el país.
El nacionalismo está en auge en todo el mundo, alimentando actitudes de diferenciación entre “nosotros y ellos”, acrecentando la división y poniendo de manifiesto una intolerancia cada vez mayor. Bulgaria ha prohibido el uso de nicabs y burkas en lugares públicos, y desde la reciente decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europa, en el proceso denominado brexit, los delitos de odio hacia los ciudadanos de la Unión Europea han aumentado en un 41 por ciento.
Estamos en un momento que pide a gritos la apreciación de la diversidad, el entendimiento intercultural y el respeto, actitudes que se promueven en el ámbito de la educación internacional. Por ejemplo, el IB tiene como meta formar jóvenes solidarios, informados y ávidos de conocimiento, capaces de contribuir a crear un mundo mejor y más pacífico. Y así surge la pregunta: ¿sería el mundo un lugar mejor si todos recibiéramos una educación internacional?
Robert Harrison, jefe de desarrollo del PAI y antiguo responsable curricular de educación global, ha hablado con la editora de la revista IB World Sophie-Marie Odum sobre la importante función que desempeña la educación a la hora de proporcionar un rayo de esperanza y un cambio positivo para la próxima generación.
Sophie-Marie Odum: ¿Por qué la globalización y la interculturalidad asustan a tantas personas, y provocan en muchos casos daños brutales y delitos graves?
Robert Harrison: Según varios estudios recientes, las personas y las comunidades tienen bastante capacidad para comprender e integrar “a los demás”; sin embargo, cuando los cambios se producen a un ritmo tan rápido como en muchos lugares del mundo en la actualidad, tenemos verdaderos problemas para adaptarnos de maneras prosociales.
Uno de los principales desafíos de nuestro tiempo es aprender a gestionar los cambios rápidos. Y los desafíos son aún mayores si abordamos el problema de forma diferente, y centramos nuestro interés en él en lugar de en las causas que han puesto en marcha los cambios. Los cambios pueden provocar mucho miedo. Nos producen inquietud. En ocasiones, nos ponemos a la defensiva. La estrecha conexión de nuestro mundo nos obliga a encontrarnos y enfrentarnos con problemas de alto voltaje que despiertan emociones muy intensas. No es nada fácil pensar y hablar sobre cultura, identidad, raza, poder y privilegio, desigualdad y justicia.
La ira, el miedo y la percepción de pérdida son motores muy potentes del comportamiento humano. Necesitamos recordar que la globalización y la diversidad también comportan beneficios, y no solo costos. Nos centramos en atender nuestras propias respuestas sociales y emocionales ante el rápido trasiego de personas, capital e ideas que caracteriza al mundo actual.
SMO: Teniendo en cuenta que la educación internacional, particularmente el IB, promueve la mentalidad internacional, el respeto y la tolerancia, ¿por qué ahora es más necesaria que nunca con vistas a garantizar un futuro mejor?
RH: Una educación con mentalidad internacional invita a los docentes y los alumnos a adoptar una perspectiva general, es decir, a apreciar la condición que nos une como seres humanos y nuestra interdependencia en un ámbito global. Muchos de los desafíos de la actualidad traspasan fronteras nacionales, culturas y etnias. La única manera de abordarlos es trabajando juntos. Y no basta con ser tolerantes; también hay que demostrar una empatía activa. La educación internacional nos acerca a personas con perspectivas y experiencias vitales muy diferentes. Nos ofrece oportunidades importantes para llevar a cabo la ardua tarea de encontrar un interés común.
La educación internacional siempre se ha ocupado de ayudar a los alumnos, y a la comunidad en su conjunto, a explorar una pregunta fundamental: ¿Cómo vamos a convivir en un planeta, según palabras de Thomas Friedman, “cada vez más caliente, plano y abarrotado”?
SMO: ¿Qué ventajas tiene la educación internacional para los niños de todas las edades?
RH: Todos los niños son parte de la familia humana y, aunque suene a tópico, el futuro les pertenece. Como educadores con mentalidad internacional, tenemos la responsabilidad de crear con ellos una comunidad acogedora de transparencia y confianza. Podemos aprender a escuchar con atención y una buena dosis de humildad a otras personas con experiencias del mundo diferentes.
En el perfil de la comunidad de aprendizaje del IB podemos encontrar palabras que dan pistas útiles sobre cómo la educación internacional puede ayudar a los alumnos a crear un mundo mejor: empatía, sensibilidad, respeto; ingenio y resiliencia para afrontar desafíos; evaluación detenida de las ideas propias y de los demás.
La educación internacional parte de la idea de que todos estamos juntos en este empeño; tenemos una responsabilidad los unos con los otros y con nuestro planeta. Para poder trabajar juntos, tenemos que entendernos, y por eso la educación internacional da un tratamiento crítico a la lengua y la cultura. La educación con mentalidad internacional ayuda a los alumnos y los profesores a pensar de forma sofisticada, crítica y creativa. Nos permite practicar con el tratamiento de la diferencia y la complejidad. Nos ayuda a aprender a vivir con incertidumbre.
SMO: ¿Es suficiente con una educación internacional? ¿Podrán los graduados del PD y exalumnos del IB erradicar en el futuro unas actitudes tan arraigadas en la actualidad como la intolerancia y la mentalidad cerrada?
RH: En 1949, Marie-Thérèse Maurette (directora de uno de los primeros Colegios del Mundo del IB, el International School of Geneva) preguntó: “Techniques d’éducation pour la paix, existent-elles?” (¿Existen las técnicas de educación para la paz?). Tuvo algunas ideas que los educadores internacionales siguen explorando.
Es evidente que el mundo no ha dejado de complicarse desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Además de la paz y los conflictos, hoy en día nos enfrentamos a crisis turbulentas de los derechos sociales, la sustentabilidad económica y cultural, el desarrollo y la gobernanza.
No existen remedios milagrosos ni soluciones mágicas. Sin embargo, los Colegios del Mundo del IB realizan una magnífica labor como inspiración de empresarios creativos y líderes éticos, y lo que tal vez sea más importante, de miembros de la comunidad responsables, activos y bien informados. Los Colegios del Mundo del IB y sus exalumnos pueden tener la oportunidad de ejercer una gran influencia que nos sorprenda a todos. Nuestra mayor esperanza es que el IB pueda servir de inspiración para que los colegios se conviertan en modelos de una educación humana de calidad. También esperamos que el IB sirva de inspiración para que otros sistemas educativos valoren el compromiso global, la mentalidad abierta y el compromiso con el aprendizaje durante toda la vida.
SMO: ¿Los avances en la tecnología digital han hecho que el entendimiento intercultural vaya a mejor o a peor?
RH: No cabe duda de que la tecnología está aumentando la velocidad a la que interactuamos, pero también crea combinaciones de personas e ideas rápidas, confusas y discordantes.
La tecnología por sí sola tiene unos valores neutros. Somos nosotros quienes decidimos cómo utilizarla. Las tecnologías de comunicación digitales permiten que se escuchen muchas más voces y que muchas más personas contribuyan a nuestra vida en común.
Sin embargo, pueden transmitir información errónea con la misma facilidad (por ejemplo, noticias falsas) y servir de vehículo para los impulsos más divisivos y ofensivos de determinados individuos o grupos. Por eso es tan importante que las comunidades educativas, como el IB, preparen a los alumnos para que sean consumidores informados e instruidos y productores éticos de las tecnologías de la información y los medios de comunicación en la era digital.